El imperativo del verbo leer
Esta frase, (parafraseada posteriormente por Daniel Pennac a quien en muchas ocasiones se le atribuye la autoría), debe dar risa a muchos padres de niños de primaria incluso alumnos que hoy en día no leen porque en su momento les obligaron a leer autenticas piedras. Hoy en este post me gustaría reflexionar un poco respecto a este tema.
En nuestra casa tenemos un niño de siete años que actualmente cursa segundo de primaria. Su profesora trata de inculcarles el habito de la lectura, intención que le aplaudo, aunque no puedo hacer lo mismo con el método que ha elegido para ello.
El método consiste en asignarles de la biblioteca del aula un libro infantil cada semana y enviarles como tarea de fin de semana realizar una «Ficha de lectura» con su resumen, descripción de personajes e incluso una pequeña reseña para explicar si ha sido de su gusto. Los libros tienen entre 25 y 50 páginas y os aseguro que algunos distan mucho de ser atractivos para un niño de su edad (el último os lo enlazo: La Bruja Piruja. Patético, no lo puedo calificar de otra manera) .
El resultado de esta dinámica semanal está teniendo como resultado el desarrollo de un odio del niño hacia los libros. Cada vez que toca realizar esta tarea, el niño llora y se desespera porque no le gusta lo que lee ni tener que hacer el posterior resumen obligatorio.
La mayoría de los padres desde el hogar tratan de inculcarl a sus hijos el hábito de leer respetando que elijan libros diferentes o eligiendo lecturas que les motiven y les hagan participes (como puede ser el caso de la saga Geronimo Stilton ). Si, por poner un ejemplo, al niño le gusta leer la enciclopedia de National Geographic llena de fotos enormes y con pocos textos, respetemos que el niño lea esto ya que es probable que las dos lineas que lee con admiración sobre la Ballena Jorobada o el Antílope Saiga, le lleven a apasionarse más adelante con otra lectura de temática similar. Pero si desde casa lo gestionamos respetando sus ritmos y gustos y desde los colegios les obligan a leer de forma imperativa lecturas que puede que a ellos no les interesen… lo estamos haciendo mal.
Es habitual entender que los niños de unos pocos meses de vida tienen diferentes ritmos para andar, para hablar y desarrollar diferentes habilidades, ¿no deberíamos entender que más adelante también cada niño debe tener su propio ritmo de lectoescritura? ¿Tiene un niño de seis o siete años una mente suficientemente madura como para leer un libro semanal? Preguntémonos a nosotros mismos si en nuestro tiempo de ocio leeríamos una lectura que no nos interese en absoluto y cómo nos sentiríamos si esto fuera algo obligado.
El respeto al propio ritmo de evolución de cada niño es un poco la base de las pedagogías alternativas como Montessori o Waldorf que algún día me gustaría postear a través de una lectura.
Por ejemplo en mi caso, mi primera experiencia de lectura fue en el verano del 95 en una visita a unos tíos abuelos que tenemos en un pequeño pueblo costero Gallego llamado O Barqueiro donde mi tía abuela (profesora del colegio del pueblo ya jubilada) improvisaba pequeñas librerías por todas las esquinas del caserón que tenían.Todos esos libros acumulados me llamaban la atención y fue ella quien viendo que me sentía atraída por los libros, me regaló el primer libro que leí: «La auténtica Susi». Yo tenía 10 años y nunca antes había leído un libro, pero aquella historia la cogí con gusto, sin obligaciones, como un regalo de mi tía Marisa, un juguete diferente por llamarlo de alguna manera. Hoy en día me encanta la lectura probablemente porque ninguna profesora me obligó con 7 años a leer y reseñar ninguna publicación.
Pero no, yo tampoco me libré más adelante del imperativo de leer. Recuerdo una experiencia muy negativa cuando parte de la nota de un trimestre era leer el Lazarillo de Tormes e ir resumiéndolo tema a tema. Podéis echaros las manos a la cabeza muchos eruditos amantes de la literatura epistolar, pero francamente: el Lazarillo de Tormes me pareció infumable. Muchos alumnos han visto la lectura como algo aburrido por culpa de este tipo de experiencias como la mía con el Lazarillo. Incluso en la adolescencia, ¿no sería más efectivo dejarles elegir los libros que deben leer según sus aficiones? Crear grupos de lectura en el aula, generar debates en clase y enfocarlo de una manera mucho más lúdica puede ser un revulsivo para ellos.
Reflexionemos un poco: no parece tener buena base educativa el hecho de que según los últimos estudios, al menos el 40% de españoles no lea ni un libro al año.
Eduquemos a nuestros hijos en el amor por la lectura, pero cuidado, como dijo Borges, no se puede obligar a nadie a amar.